Esta foto podría cambiar la historia de Venezuela

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Micro Análisis / Jesús Seguías

Esa imagen cambió la historia de la humanidad. Sus lecciones también podrían cambiar la historia de Venezuela. Sólo falta que los dirigentes políticos venezolanos se atrevan.

1. LOS PERSONAJES. El de la izquierda es José Stalin, Presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética. El del medio es Franklin Delano Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Y el de la derecha es Wiston Churchill, Primer Ministro de Gran Bretaña.

2. ENEMIGOS CON ALGO EN COMÚN. La foto del encuentro de los Tres Grandes (como se les llamaba en ese entonces), tuvo lugar en Teherán (Irán) a finales de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Los tres representaban posiciones políticas radicalmente contrarias, tenían poderosas razones para odiarse, los tres querían conquistar al mundo pulverizando al otro, pero tenían algo en común: impedir el avance nazi-fascista dirigido por Hitler, Mussolini y el emperador japonés Hirohito. La sobrevivencia los obligaba a pactar.

El führer venía decidido a acabar con los tres países que representaban los protagonistas de la foto, y -por supuesto- el objetivo final era dominar al mundo. Hitler tenía suficiente poder para lograrlo. Estaba hablando en serio.

Si refrescamos el perfil de estos tres personajes opuestos que están en la foto, con proyectos políticos sólidamente antagónicos, que decidieron sinergizar para derrotar a un enemigo común, nos encontramos que también tenían poderosísimas razones para NO ponerse de acuerdo. Y de no haberse puesto de acuerdo, quizás hoy estuviésemos contando una historia universal distinta y en alemán.

Pero los tres optaron por el aprovechamiento máximo de sus recursos limitados, de unir a todos los que coincidían con el mismo objetivo, de cumplir los acuerdos establecidos, de practicar una relación basada en la transparencia y el respeto, de estar alineados con el objetivo, y de actuar como políticos de nación, como estadistas verdaderos.

El presidente de los Estados Unidos, el más enfocado de los tres (pues sabía que se estaban comiendo a un elefante), fue quien diseñó el norte estratégico de los Aliados. Tenía muy claro la necesidad de convertir a USA en la nueva potencia mundial y que había que frenar el peligro comunista. Sin embargo, ninguno de estos dos retos le nubló la mente, pues sabía que si Gran Bretaña y la URSS caían en manos de Hitler el poder acumulado de Alemania sería suficientemente letal como para poner de rodillas a la naciente potencia americana. Había que actuar rápido. Hizo concesiones territoriales impensables a Stalin con tal de incorporarlo a los Aliados. Toda Europa Oriental y parte de Alemania quedarían en manos de Moscú si derrotaban a Hitler. Esa decisión nació en el Salón Oval de la Casa Blanca.

3. LA CLAVE. La derrota de Hitler era lo único que podía garantizar que quienes aparecen en la foto pudiesen lograr los objetivos particulares y colectivos que tenían en la agenda de sus vidas. La derrota de Alemania era la clave para que Churchill siguiera intentando salvar al imperio británico, que Stalin continuara en su empeño por destruir al capitalismo y construir el socialismo mundial, y que Roosevelt convirtiera a los Estados Unidos en la nueva potencia mundial.

Y así fue como lograron poner primero lo primero. Le demás vendría después. Era demasiado obvio, lógico, elemental. Todos ellos sabían que una vez derrotado el fascismo, que los amenazaba a todos por igual, era cuando podían continuar con sus proyectos particulares, e inclusive dar inicio a la Guerra Fría para saldar sus cuentas pospuestas. Pero jamás antes. Claro, no eran torpes ni suicidas.

4. PERO RETROCEDAMOS LA PELÍCULA, y así nos acercamos a Venezuela. Supongamos entonces que Roosevelt no logró convencer a Churchill de la necesidad de llegar a acuerdos con Stalin, y se impuso la tesis de que “con genocidas, corruptos y dictadores no se podía negociar ni llegar a acuerdos”.

Argumentos sobraban. Stalin y Hitler eran repugnantes asesinos (lo cual era una verdad absoluta), que conculcaron la libertad de sus pueblos (también era cierto), que ahogaron en sangre las protestas opositoras (sobran las pruebas), que merecía el repudio de todas las naciones y de todos los líderes democráticos (sin duda).

De manera que ambos debían ser juzgados en tribunales internacionales por sus fechorías, por sus genocidios. Por tanto, según esta lógica, lo que correspondía hacer era ir por la cabeza de Hitler y de Stalin al mismo tiempo ¿Cuál hubiese sido el destino de la guerra entonces? Pues el mismo al cual se dirigen los venezolanos en este momento: a una consolidación del enemigo que se quiere derrotar.

Pero además supongamos que Roosevelt y Churchill dirigían gobiernos débiles, desarticulados y a merced de una muchedumbre iracunda. Pues, sin duda, la toma de decisiones estaría totalmente mediatizada por estos hechos, y por tanto se reducirían de manera crítica las posibilidades de derrotar a Hitler.

En Estados Unidos, por ejemplo, no faltaron quienes sospechaban de la estabilidad emocional de Churchill, pues era definido como un alcohólico empedernido, y eso lo hacía poco confiable en la toma de decisiones. Otros dijeron que si Inglaterra se imponía ante Alemania significaría el retorno del imperio británico y el dominio de los mercados mundiales, lo cual impediría la expansión industrial de los Estados Unidos. Roosevelt fue criticado por muchos como traidor por haber hecho concesiones inaceptables al dictador comunista. No faltó quien dijese que era un infiltrado del régimen comunista.

Por los lados londinenses abundaron los conservadores que decían que la Gran Bretaña no podía dejarse dominar por un mujeriego como Roosevelt, que traicionó a su esposa, y que, como castigo, Dios le inoculó el virus de la poliomielitis para que quedara inválido por el resto de su vida.

Argumentos de todo tipo iban y venían en los Estados Unidos y Gran Bretaña para no llegar a acuerdos entre ellos y mucho menos con Stalin. En el escenario nacional no faltaron las poesías antifascistas queriéndose imponer como tendencias dominantes para ganarle la guerra a los alemanes, abundaban los análisis sustentados solamente en la razón y en la justicia, y por supuesto no podían faltar los chismes, la envidia, los pases de facturas personales, porque había llegado “la hora del Apocalipsis y del juicio universal”.

Si Roosevelt y Churchill hubiesen pensado en decisiones que complacieran a todo el mundo, jamás habrían logrado imponerse ante los alemanes, y la victoria tangible del fascismo habría sido un hecho consumado a nivel mundial. Ambos tomaron decisiones confiando en sus convicciones, asumiendo con coraje sus roles de líderes, y punto. Lo contrario era enfocarse en los pelos de la barba o en el peinado cuando tenían la cabeza en la guillotina. Los dos líderes cumplieron con su deber como políticos de nación.

Entre el poder real y el poder imaginario no queda duda hacia donde se inclina la balanza en la lucha por el poder.

5. LA UNIDAD DE LOS CONTRARIOS. Posteriormente, y sólo posteriormente a la derrota de Hitler, se hizo justicia ante el fascismo. La URSS y las pretensiones hegemónicas de Stalin se derrumbaron por su propio peso y perdieron la Guerra Fría. La Segunda Guerra Mundial fue la última guerra imperialista del planeta. Hoy el mundo ya es otro, y para bien de la humanidad.

Pero todo ello fue posible por la unidad de los contrarios en momentos en que se enfrentaba a un adversario común. Sin embargo, hay que resaltar que la UNIDAD no es un fin en sí mismo ni es una panacea contra las derrotas. La unidad es un cascarón vacío mientras no esté sustentado en un objetivo común y en estrategias comunes. Y eso fue lo que definieron muy bien los señores de la fotografía.

En este punto radica también la mayor debilidad opositora venezolana. No es que no existan objetivos ni estrategias definidas por parte de sus dirigentes sino que estas han nacido de escenarios equivocados, de propósitos desubicados en el tiempo y en el espacio, y con prioridades que obedecen más a necesidades personales que a necesidades colectivas, de nación. Si no existen objetivos comunes y cada quien anda con su propia agenda, si las estrategias se diseñan en función de los intereses particulares y no de los intereses colectivos, entonces la unidad será una entelequia, una mentira de patas cortas. Será tiempo perdido, una mayor frustración y muchas ganas de irse del país.

Por tanto, el primer paso es definir el objetivo y las estrategias correctas para conquistar el objetivo. Aquí es donde debe recomenzar todo para los venezolanos.

Quiero citar una vez más a Churchill cuando sabiamente dijo ante la Cámara de los Comunes en Londres (1941), acosado por pleitos subalternos internos y al mismo tiempo por Alemania: “Si abrimos una disputa entre el pasado y el presente, encontraremos que hemos perdido el futuro”.

JESUS SEGUIAS